Tengo un amigo que construyó una preciosa cabaña de veraneo en la
playa. Un huracán se la arrasó. En menos de seis meses construyó otra en el
mismo sitio de la anterior. Y fuerzas de
la naturaleza volvieron a encargarse de la bonita construcción. Cuando fui con él a verla, aquello era un amasijo de vigas,
sedimentos y algas marinas. Recuerdo la reacción de desolación de mi amigo.
Había invertido todos sus fondos en aquella obra. Sin embargo, volvió a construir por tercera vez en el mismo sitio. Con los mismos materiales. Esta vez no ha vuelto a perder la casa. Pura suerte. Hace algunos años que no pasa ningún meteoro por la zona de la playa. Pero él, yo y cualquiera reconocería que su cabaña está a merced de la próxima tormenta.
Una vez le pregunté que porqué no consideraba la posibilidad de
levantar su casa sobre pilotes para que
el mar entrara y saliera por debajo,
minimizando daños, o hacerla de materiales más resistentes al viento y los
golpes de mar. Se limitó a encogerse de hombros. ¿Verdad que somos raros los
humanos eh?
Esta actitud increíblemente rara la he visto repetirse a todos los
niveles y en todos los lugares. Por ejemplo, pasa un huracán, deja centenares
de familias sin hogar e inmediatamente el Estado, poniendo al rojo vivo sus
reservas, les entrega a estas personas materiales ligeros para que construyan
sus nuevas moradas. La gente construye,
y mientras lo hace no comprende que su novísima construcción durará hasta que
la naturaleza vuelva a enfilar sus fuerzas por el mismo lugar. Y es que los
materiales con los cuales se construye, son cualitativamente idénticos a los
que el ciclón arrasó. No resisten las fuerzas de la naturaleza. Entonces, ¿qué
sentido tiene?
Idénticamente pasa con las líneas de transmisión de electricidad.
Con la experiencia que tenemos en materia de tormentas tropicales, ¿no va
siendo hora ya que aprendamos a tender líneas eléctricas que no resulten tan
vulnerables a la inclemencia de los vientos?
¿Por qué tropezamos una y otra vez con la misma piedra?
Es como un círculo vicioso. La gente construye y el huracán
destruye, y volvemos a construir para que todo nuestro esfuerzo vuelva a ser
pasto del próximo huracán. ¿Cómo es que no aprendemos? Tenemos que considerar
la fuerza de la naturaleza en nuestras nuevas construcciones para no estar a su
merced. La naturaleza es poderosa pero existen medios y métodos de resistirla,
o de al menos minimizar sus daños. ¿Por que no se hace?
Los japoneses construyen a prueba de terremotos, la costa oeste de
los Estados Unidos también es muy propensa a la sismicidad, pero ellos
construyen rascacielos que resisten, en esos lugares. También nosotros los
cubanos tenemos que aprender de nuestras experiencias. Hacer cabañas
inflamables donde saltan las chispas, es quemar la inversión. Si Cuba esta en
el camino de los huracanes, hay que construir viviendas que los soporten, hay
que tender puentes resistentes a las crecidas de los ríos, hay que colocar
líneas de electricidad que no se vengan abajo con tanta facilidad.
¿Quién de nosotros pondría su dinero sobre un árbol y se iría a
dormir confiando en que nadie pasará por el lugar, mirará hacia arriba y
descubrirá el llamativo fruto? Eso es lo que hacemos cuando ponemos nuestro
dinero en materiales de construcción que no resisten las fuerzas de la
naturaleza. Construimos y después solo nos queda rezar para que el huracán no “nos
cargue”. Hay que pensar en romper el ciclo. La inteligencia es lo que nos
distingue de los demás animales.
Recuerden a los hermanos
Wright, para ellos lo más importante no fue “volar”, su verdadero
triunfo consistió en “controlar el aparato que volaba”. Igualmente para nosotros no es solo “construir”,
sino hacerlo de manera que “no tengamos que hacerlo cada vez” que nos azote el temporal.
Cambiemos la mentalidad o nunca saldremos de la fase recuperativa.
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