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A no ser que se indique lo contrario, todos los textos publicados en este blog han sido escritos por Jesuhadín Pérez Valdés

lunes, 21 de diciembre de 2015

Crónica de una "conjura contrarrevolucionaria". El peligro del performance artístico para una revolución en decadencia.


(Memorias del “acto de repudio” más sonado ocurrido en la provincia Pinar del Río)

Ser adultos no es confirmar la posibilidad de fecundar. Sabemos que somos adultos cuando hacemos lo correcto. Esto aun sabiendo que no es lo más saludable para nuestra integridad psíquica y física. Nada atractivo para esta integridad era salir a la calle en la noche del 9 de enero del 2010. Especialmente si no eres muy oficialista y merodeas la zona donde convergen, en el parque  La Independencia, las principales calles de la ciudad de Pinar del Río.

Era horrible ya antes de  las siete de la tarde. ¡Qué despliegue! Centenares de agentes de la Seguridad del Estado vestidos de paisanos se habían hecho dueños del área donde,  según sus “supersecretos” informes, habían descubierto la  gravísima conjura contrarrevolucionaria: el performance Sin Permisos II, de la artista Yamilia Pérez Estrella.

No se escatimaron protocolos ministeriales para hacer desistir a los artistas (Sergio Abel, Maikel Iglesias y Yamilia Pérez) de sus reincidenciales intenciones.  Sí,  porque era la segunda vez que los muy obstinados intervenían en las peligrosas áreas públicas “sin permiso” y sin control institucional. ¿Qué es eso de andar repartiendo el arte como si fueran gitanos? El arte empuja la cerca y la paciencia de los políticos revolucionarios; los pobres, con lo estropeada que tienen la imaginación.  

Pero  todo fue inútil. Nada los hizo cambiar de idea. Incluso después de saber que los acogedores objetivos de algunas cámaras amigas serían retirados para evitar confrontaciones extra-ordinarias.  No había duda, los tres eran personas muy adultas. Una adultez que fue más allá de lo meramente bioquímico. Fueron adultos cívicos. Solo así podríamos entender su audacia y compromiso con el arte y con la sociedad.

Yo los asistiría con mi compañía.  Eran personas admirables que quería apoyar. El performance era a las nueve. Pensé que llegando a las ocho y media estaría bien y me dediqué a completar un trabajo pendiente. Entonces sonó el teléfono y un mensaje partió en dos mi tranquilidad. “Se han llevado a Maikel a rastras” –decía-  Miré el reloj: eran las ocho y doce minutos de la noche. El primer acto  había comenzado.

Yamilia Pérez Estrella.
Continuos mensajes fueron llegando de alguien que observaba a discreción en las proximidades. Ya para las  ocho y media había tenido que evaporarse de la zona. La situación era insostenible. Me escribiría:

_Parque y zonas aledañas tomadas por la Seguridad del Estado. Imposible llegar a casa de Yamilia. Imposible acercarse sin ser detenido.

Así y todo, después de perder a Maikel, que era uno de los performistas, Yamilia y Sergio deciden salir a la calle desbordada de espantosos gruñidos. Subieron un poco hasta el parque Vailinas…  Una ola de celulares sonando y gente agitada inundó el lugar. Un chofer aseguró:

_Me di cuenta que algo pasaba. Todos de pronto miraron a un mismo lugar. Como si hubieran visto algo raro. Una aparición. Yo también miré. Entonces vi a una mujer toda de negro y un hombre pequeño y muy delgado. Entre los dos llevaban un cuadro de tres colores.

Eran ellos. El Vailinas estaba tomado. Sillas plásticas, bafles y algunas personas mayores sentadas. Regresaron sobre sus pasos entonces, intentando llegar a un parque alternativo. El de El Bosque, frente a la céntrica Tienda Panamericana. Fue imposible. Una “revolucionaria” cadena les cortó el paso. Entonces, a través de caminos alternativos intentaron llegar a  otro parque. Justo frente al Palacio de Justicia. No pudieron. Cercados a gritos y consignas, deciden hacerlo en plena vía pública.

Un espectador escribiría a sus amigos desde su celular:

_“A Yamilia y Sergio los arrodillaron en medio de la calle, con gritos de Viva Fidel (y) Raúl, frente al Tribunal Provincial”.

El mensaje sería enviado al mundo inmediatamente a través del twitter. Pero ¿fueron ellos arrodillados a gritos realmente? Yamilia contó posteriormente:

_No. No nos arrodillaron. Era parte del performance. Sergio se agachó a escribir sobre el lienzo la palabra amor.  Lo hizo bajo el bombardeo de voces y consignas. Nos gritaban todo tipo de cosas. Nosotros nos limitamos a sufrirlo. No contestamos nada. Una señora llegó a golpear a Sergio con su sombrilla, pero alguien le dijo que podían gritarnos lo que quisieran, pero no golpearnos. Apenas pudo terminar de escribir la palabra, se subieron sobre el cuadro y lo rompieron a patadas. Yo solo pensaba: Dios mío que no me golpeen, que no me golpeen. Hubo un momento que pensé que no era a mí a la que le gritaban. Fue una sensación rara. Extracorpórea. Como si yo volara por encima de todo aquel infierno y mirara a todos desde arriba. Desde lejos.

_Ellos (Yamilia y Sergio)  no vieron el corre-corre que se armó cuando intentaban llegar a la calle que los llevaría al parque de La Audiencia (Tribunal Provincial de Pinar del Río). Decenas de personas atravesaron el parque La Independencia corriendo. Lo dejaron vacío. Y eso que habían organizado (los del Gobierno) una sonada actividad allí;  –decía un transeúnte sorprendido, y continúa-  yo inicialmente no entendía bien. Después me di cuenta de lo que pasaba. Ellos tampoco supieron que inmediatamente después de pasar, agentes de la Seguridad del Estado -vestidos de civil- preguntaban a los que estaban en los portales y aceras si ellos, (Yamilia y Sergio) les habían dado algunos papeles o algo. (Estaba previsto que repartieran un disco con poesías de Maikel Iglesias) Tampoco supieron que antes entraron en las casas aledañas al lugar para colocar cámaras en las ventanas y balcones. Un amigo mío de allí, me dijo incluso, que el “puesto de mando” era en una oficina de transporte que está al lado de una galería, medio derrumbada, frente al parque de La Independencia.

Parque La Independencia.
No, Yamilia y Sergio no vieron eso. Maikel, quien fuera montado por la fuerza en un Mercedes Benz con cristales opacos, tampoco. Ellos solo vieron la parte que su posición de víctimas, les permitió ver. Por eso tal vez pensaron que su performance había sido un fracaso. ¿Acaso lo fue?

El día 9 de enero del 2010 había sido un día terriblemente frio. Llovizna durante toda la tarde. Viento. ¿Cuántas personas habrían asistido al performance de estos artistas si nada hubiera sucedido? A lo sumo sus amigos más allegados y algún curioso. Sin embargo, centenares de personas estuvieron atentos a cada movimiento del drama, conteniendo  el aliento durante minutos enteros. Algunas fuentes aseguran que fueron suspendidas todas las actividades de cultura para concentrar gente en los citados parques. Uno de estos parques, incluso recibió una dotación totalmente nueva de luces a propósito del evento. Eso sin entrar en los encontrados sentimientos que calentaron  aquella fría noche de enero. La propia Yamilia reconoce:

_Los primeros del círculo, los más próximos, me gritaban con un odio que yo no podía entender. A ninguno de ellos conocía yo, ninguno me conocía, ¿Cómo podían odiarme de aquella horrible manera? Se podía ver sus rostros rojos, las mejillas batientes y excitadas por la ira. En la segunda fila la gente gritaba menos. Lo hacía también pero con menos pasión. Los de las filas siguientes apenas vociferaban. Estaban allí por quedar bien con alguien, o como curiosos.

Yamilia no pudo ver más allá de la cuarta o quinta fila de gente. Si hubiera podido habría descubierto que un poco más lejos aun, desde la discreción de la distancia, dos pintores la acompañaban con sus corazones. Uno de ellos lloraba amargamente.

 ¿Cuántas personas antes conocían el nombre del parque Vailinas? La propia autora del performance me decía sorprendida: ¡nadie!  ¿Y ahora? ¡El performance lo ha rebautizado!  ¿Cree alguien que el Internet y un grupo de prestigiosos blogueros cubanos habrían servido de caja de resonancia de ese pequeño evento, de no ser por la enorme significación política que el propio Gobierno le dio al hecho? Cabría preguntar: ¿a quién le costó más este drama, a los artistas o a los acosadores?

Y si, es cierto que faltaron algunas cámaras, pero a falta de estas, aparecieron otras oficialísimas que guardarán celosamente las imágenes hasta que, muy pronto, Cuba entera pueda verlas por la Televisión Nacional, como ha pasado en muchos países de la Europa Oriental. Entonces mis amigos… otro gallo cantará.


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