(Memorias
del “acto de repudio” más sonado ocurrido en la provincia Pinar del Río)
Ser adultos
no es confirmar la posibilidad de fecundar. Sabemos que somos adultos cuando
hacemos lo correcto. Esto aun sabiendo que no es lo más saludable para nuestra
integridad psíquica y física. Nada atractivo para esta integridad era salir a
la calle en la noche del 9 de enero del 2010. Especialmente si no eres muy
oficialista y merodeas la zona donde convergen, en el parque La Independencia, las principales calles de la
ciudad de Pinar del Río.
Era horrible
ya antes de las siete de la tarde. ¡Qué
despliegue! Centenares de agentes de la Seguridad del Estado vestidos de
paisanos se habían hecho dueños del área donde, según sus “supersecretos” informes, habían descubierto
la gravísima conjura
contrarrevolucionaria: el performance Sin Permisos II, de la artista Yamilia Pérez
Estrella.
No se
escatimaron protocolos ministeriales para hacer desistir a los artistas (Sergio
Abel, Maikel Iglesias y Yamilia Pérez) de sus reincidenciales intenciones. Sí, porque era la segunda vez que los muy obstinados
intervenían en las peligrosas áreas públicas “sin permiso” y sin control
institucional. ¿Qué es eso de andar repartiendo el arte como si fueran gitanos?
El arte empuja la cerca y la paciencia de los políticos revolucionarios; los
pobres, con lo estropeada que tienen la imaginación.
Pero todo fue inútil. Nada los hizo cambiar de
idea. Incluso después de saber que los acogedores objetivos de algunas cámaras amigas
serían retirados para evitar confrontaciones extra-ordinarias. No había duda, los tres eran personas muy adultas.
Una adultez que fue más allá de lo meramente bioquímico. Fueron adultos
cívicos. Solo así podríamos entender su audacia y compromiso con el arte y con
la sociedad.
Yo los asistiría
con mi compañía. Eran personas
admirables que quería apoyar. El performance era a las nueve. Pensé que
llegando a las ocho y media estaría bien y me dediqué a completar un trabajo
pendiente. Entonces sonó el teléfono y un mensaje partió en dos mi
tranquilidad. “Se han llevado a Maikel a rastras” –decía- Miré el reloj: eran las ocho y doce minutos
de la noche. El primer acto había
comenzado.
Yamilia Pérez Estrella. |
Continuos mensajes
fueron llegando de alguien que observaba a discreción en las proximidades. Ya para
las ocho y media había tenido que
evaporarse de la zona. La situación era insostenible. Me escribiría:
_Parque y zonas aledañas tomadas por la Seguridad del Estado.
Imposible llegar a casa de Yamilia. Imposible acercarse sin ser detenido.
Así y todo,
después de perder a Maikel, que era uno de los performistas, Yamilia y Sergio
deciden salir a la calle desbordada de espantosos gruñidos. Subieron un poco
hasta el parque Vailinas… Una ola de
celulares sonando y gente agitada inundó el lugar. Un chofer aseguró:
_Me di cuenta que algo pasaba. Todos de pronto miraron a un
mismo lugar. Como si hubieran visto algo raro. Una aparición. Yo también miré.
Entonces vi a una mujer toda de negro y un hombre pequeño y muy delgado. Entre
los dos llevaban un cuadro de tres colores.
Eran ellos. El
Vailinas estaba tomado. Sillas plásticas, bafles y algunas personas mayores
sentadas. Regresaron sobre sus pasos entonces, intentando llegar a un parque
alternativo. El de El Bosque, frente a la céntrica Tienda Panamericana. Fue
imposible. Una “revolucionaria” cadena les cortó el paso. Entonces, a través de
caminos alternativos intentaron llegar a otro parque. Justo frente al Palacio de
Justicia. No pudieron. Cercados a
gritos y consignas, deciden hacerlo en plena vía pública.
Un
espectador escribiría a sus amigos desde su celular:
_“A Yamilia y Sergio los arrodillaron en medio de la calle,
con gritos de Viva Fidel (y) Raúl, frente al Tribunal Provincial”.
El mensaje
sería enviado al mundo inmediatamente a través del twitter. Pero ¿fueron ellos
arrodillados a gritos realmente? Yamilia contó posteriormente:
_No. No nos arrodillaron. Era parte del performance. Sergio se
agachó a escribir sobre el lienzo la palabra amor. Lo hizo bajo el bombardeo de voces y
consignas. Nos gritaban todo tipo de cosas. Nosotros nos limitamos a sufrirlo.
No contestamos nada. Una señora llegó a golpear a Sergio con su sombrilla, pero
alguien le dijo que podían gritarnos lo que quisieran, pero no golpearnos.
Apenas pudo terminar de escribir la palabra, se subieron sobre el cuadro y lo
rompieron a patadas. Yo solo pensaba: Dios mío que no me golpeen, que no me
golpeen. Hubo un momento que pensé que no era a mí a la que le gritaban. Fue
una sensación rara. Extracorpórea. Como si yo volara por encima de todo aquel
infierno y mirara a todos desde arriba. Desde lejos.
_Ellos (Yamilia y Sergio) no vieron el corre-corre que se armó cuando intentaban
llegar a la calle que los llevaría al parque de La Audiencia (Tribunal
Provincial de Pinar del Río). Decenas de personas atravesaron el parque La
Independencia corriendo. Lo dejaron vacío. Y eso que habían organizado (los del
Gobierno) una sonada actividad allí;
–decía un transeúnte sorprendido, y continúa- yo inicialmente no entendía bien. Después me
di cuenta de lo que pasaba. Ellos tampoco supieron que inmediatamente después
de pasar, agentes de la Seguridad del Estado -vestidos de civil- preguntaban a
los que estaban en los portales y aceras si ellos, (Yamilia y Sergio) les
habían dado algunos papeles o algo. (Estaba previsto que repartieran un disco
con poesías de Maikel Iglesias) Tampoco supieron que antes entraron en las
casas aledañas al lugar para colocar cámaras en las ventanas y balcones. Un amigo
mío de allí, me dijo incluso, que el “puesto de mando” era en una oficina de
transporte que está al lado de una galería, medio derrumbada, frente al parque
de La Independencia.
Parque La Independencia. |
No, Yamilia
y Sergio no vieron eso. Maikel, quien fuera montado por la fuerza en un Mercedes
Benz con cristales opacos, tampoco. Ellos solo vieron la parte que su posición
de víctimas, les permitió ver. Por eso tal vez pensaron que su performance
había sido un fracaso. ¿Acaso lo fue?
El día 9 de
enero del 2010 había sido un día terriblemente frio. Llovizna durante toda la
tarde. Viento. ¿Cuántas personas habrían asistido al performance de estos
artistas si nada hubiera sucedido? A lo sumo sus amigos más allegados y algún
curioso. Sin embargo, centenares de personas estuvieron atentos a cada
movimiento del drama, conteniendo el
aliento durante minutos enteros. Algunas fuentes aseguran que fueron
suspendidas todas las actividades de cultura para concentrar gente en los
citados parques. Uno de estos parques, incluso recibió una dotación totalmente
nueva de luces a propósito del evento. Eso sin entrar en los encontrados
sentimientos que calentaron aquella fría
noche de enero. La propia Yamilia reconoce:
_Los primeros del círculo, los más próximos, me gritaban con
un odio que yo no podía entender. A ninguno de ellos conocía yo, ninguno me
conocía, ¿Cómo podían odiarme de aquella horrible manera? Se podía ver sus
rostros rojos, las mejillas batientes y excitadas por la ira. En la segunda
fila la gente gritaba menos. Lo hacía también pero con menos pasión. Los de las
filas siguientes apenas vociferaban. Estaban allí por quedar bien con alguien,
o como curiosos.
Yamilia no
pudo ver más allá de la cuarta o quinta fila de gente. Si hubiera podido habría
descubierto que un poco más lejos aun, desde la discreción de la distancia, dos
pintores la acompañaban con sus corazones. Uno de ellos lloraba amargamente.
¿Cuántas personas antes conocían el nombre del
parque Vailinas? La propia autora del performance me decía sorprendida:
¡nadie! ¿Y ahora? ¡El performance lo ha
rebautizado! ¿Cree alguien que el Internet
y un grupo de prestigiosos blogueros cubanos habrían servido de caja de
resonancia de ese pequeño evento, de no ser por la enorme significación
política que el propio Gobierno le dio al hecho? Cabría preguntar: ¿a quién le
costó más este drama, a los artistas o a los acosadores?
Y si, es
cierto que faltaron algunas cámaras, pero a falta de estas, aparecieron otras oficialísimas
que guardarán celosamente las imágenes hasta que, muy pronto, Cuba entera pueda
verlas por la Televisión Nacional, como ha pasado en muchos países de la Europa
Oriental. Entonces mis amigos… otro gallo cantará.
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